La hora de la negociación

Nuevo Herald, Agosto 2007

 

La vida nos ha demostrado que los extremos nunca han sido buenos y en política funestos. Por eso no sé que es peor si el inmovilismo de la actual administración con respecto a Cuba o una concesión de una posible nueva administración sin negociar nada a cambio. Ambas cosas van en contra de los cubanos. Creo que ya es hora de ir a la mesa de negociaciones.

Raúl Castro ha dado ya el primer paso en varias ocasiones al llamar directa y públicamente al gobierno norteamericano para sentarse a conversar. La respuesta de Washington a través de la señora Condolesa Rice fue rápida. “Nosotros no tenemos nada que discutir con los cubanos. El gobierno cubano debe sentarse primero con su pueblo”.

Muy bonita la respuesta si no existiera el precedente que si lo hicieron con los vietnamitas que mataron a 58,226 norteamericanos e hirieron o mutilaron a otros 153,303. Cuyo Presidente acaba de visitar Estados Unidos siendo su primera visita al New York Stock Exchange abriendo las operaciones bursátiles del día. O con los chinos que en la Guerra de Corea mataron a 33,741 soldados y después pasaron con los tanques sobre los jóvenes de la Plaza Tiananmen sin haberse sentado ambos primero a “hablar con sus propios pueblos”. Cuba por lo menos jamás ha matado un solo soldado norteamericano. No solo eso, en Cuba jamás se ha quemado una sola bandera norteamericana, practica muy común en todos los países del mundo y en el propio Estados Unidos. Y si vamos un poco más cerca, los norteamericanos en la actualidad se han sentado a negociar con los insurgentes sunnies que todos los días se apuntan más muertes de jóvenes soldados en Irak.

Cuando vemos este doble rasero por parte de las administraciones norteamericanas los cubanos con la suspicacia que los caracteriza se hacen distintas conjeturas. He escuchado a algunos decir que los gringos desean que Cuba quede como “museo de la miseria” para que a nadie mas se le ocurra implantar un sistema así, otros aseguran que si se resuelve la situación de Cuba se les acaba el pan a los políticos que bogan por los votos nuestros en el sur de la Florida. Esta última tiene bastante lógica. Los chinos y los vietnamitas están muy lejos para influir en las elecciones norteamericanas mientras que los cubanos han decidido una reñida elección presidencial en el 2000 y otra en el 2004..

Yo no se si los que vivían en el exterior recuerdan cuando la administración de Ronald Reagan dio el paso de comenzar conversaciones con Cuba celebrándose el primer encuentro en la ciudad de México el 23 de Noviembre de 1981 entre el vice-presidente cubano Carlos Rafael Rodríguez y el Secretario de Estado Alexander Haig. Y posteriormente la de Marzo de 1982 en La Habana entre el General Vernon Walter y Fidel Castro. Yo las recuerdo bien porque estaba en Cuba y también recuerdo que las exigencias de Estados Unidos tenían fundamento pues estábamos en medio de la guerra fría y en el ajedrez de esa guerra Cuba conducía acciones que afectaban los intereses estratégicos de Estados Unidos. Recuerdo perfectamente que las exigencias norteamericanas eran fundamentalmente tres. Que Cuba parara el suministro de ayuda a los guerrilleros salvadoreños del frente Farabundo Martí, que Cuba retirara sus tropas de Angola y que Cuba permitiera la repatriación de los marielitos indeseables que estaban en prisiones norteamericanas. Había otra vieja exigencia que no se toco en esas reuniones que contemplaba que Cuba rompiera los lazos con la Unión Soviética en aras de que Estados Unidos le levantara todas las sanciones.

Ha pasado un cuarto de siglo desde aquellos famosos encuentros. Todas esas exigencias por una razón u otra se cumplieron ya sea por el derrumbe de la URSS o los acuerdos de paz del Salvador o los acuerdos de paz en Angola.

Sin embargo surgieron estas nuevas exigencias de las que habló la Secretara de Estado norteamericana de que el gobierno cubano hablara “primero con su pueblo” o que permitieran primero el multipartidismo y elecciones libres antes de sentarse a conversar con Cuba.

Estas ya no son las exigencias de la administración Reagan que sí afectaban intereses estratégicos de Estados Unidos. Estas son absolutamente exigencias de problemas internos de los cubanos que deben ser resuelto por los cubanos A mi no me pasaría por la mente si tuviera en mis manos la política exterior de Cuba exigirle a Estados Unidos que antes de sentarnos a negociar nuestras diferencias deben cambiar la constitución prohibiendo las armas de fuego para evitar masacres como la de Virginia donde murieron 32 jóvenes inocentes o que se sienten primero con los norteamericanos a resolver la cobertura médica de 40 millones de estadounidense que no la tienen. Ese es un problema interno de Estados Unidos que debe ser resuelto por los norteamericanos y nosotros no tenemos ningún derecho a exigirle esas condiciones.

 

De igual forma el tema del multipartidismo y la celebración de elecciones libres en Cuba es un asunto a resolver exclusivamente por los cubanos donde los norteamericanos no tienen tampoco ningún derecho a inmiscuirse. Pero por algún lugar se debe comenzar y creemos que el mejor escenario puede estar en la mesa de negociaciones entre el gobierno de Estados Unidos y el gobierno de Cuba. No para discutir los asuntos que corresponden solo a los cubanos sino para acabar de una vez con el casi medio siglo de diferendo.

 

Utilizando una hipotética reunión como las que propició Reagan en 1982 vamos ver por partes alguna de las cuestiones que pueden discutirse y las ventajas que pueden lograr todas las partes involucradas y terceros en ambas orillas del estrecho de la Florida.

 

Desde hace años una facción del poder compuesta fundamentalmente por los militares involucrados en la economía y los negocios han propuesto liberalizar toda la economía minorista y de servicio.

 

Si esto se produce, la parte norteamericana como primer paso puede proponer levantar las restricciones del embargo a los nuevos empresarios privados que surjan en Cuba como resultado de la liberalización económica decretada por el gobierno cubano. Este levantamiento de sanciones implica que a partir de ese momento las pequeñas empresas liberadas pueden obtener en Estados Unidos todo lo necesario para su funcionamiento y desarrollo. Al mismo tiempo los empresarios cubanos que han sido exitosos en el sur de la Florida pueden duplicar esas empresas en la isla.

 

¿No resultaría mucho más sensato que cualquiera de esos empresarios en lugar de pagar 10,000 dólares a los contrabandistas de las cigarretas[1] para que traigan a sus familiares hacia Estados Unidos les envíen ese dinero para abrir un negocio similar en Cuba? Por supuesto que al producirse esto desaparecerían una serie de trabas colaterales como las cartas de invitación, la famosa tarjeta blanca, las visas a los ciudadanos cubanos para entrar y salir del país, las limitaciones del tiempo de permanencia de los cubanos que viajan al exterior como los que viajen a Cuba. En fin esas arbitrariedades ya no tendrían sentido.

 

Es lógico que después de medio siglo de hostilidad haya recelos y dudas por ambas partes. Este es un proceso lento que requerirá un monitoreo constante y reuniones periódicas para evaluar el desarrollo del mismo, pero si China y Vietnam lo lograron porque no lo podemos lograr los cubanos.

 

La segunda etapa serian ya las inversiones de grandes empresas norteamericanas en la isla. Fundamentalmente las de turismo. Ya aquí, Estados Unidos debe convencer a la parte cubana que solo sería posible efectuando cambios a la Ley 77 de Inversiones Extranjeras. No con el ánimo de inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba sino por el principio moral de que Estados Unidos no puede aceptar la mano de obra esclava que de acuerdo a esa Ley Cuba ofrece a través de sus agencias empleadoras.

 

El argumento norteamericano seria irrebatible. Estados Unidos tuvo que sufrir la guerra civil más sangrienta de su historia para abolir la esclavitud y no puede hacerse cómplice de esa práctica en Cuba. Solo con la libre contratación de sus empleados pueden volver a la isla las grandes empresas norteamericanas.

 

Esta posición de Estados Unidos pondría la pelota en el campo de Cuba que solo le quedarían dos opciones aceptarlo y continuar negociando en aras de mejorar la vida de los cubanos o rechazarlo y quedar en evidencia ante su propio pueblo de quien es el que le cierra las puertas.

 

De aquí se desprende que estas negociaciones tienen que tener una transparencia absoluta para que los millones de cubanos que las siguen sepan las posiciones de cada cual.

 

De resolverse este aspecto satisfactoriamente el próximo paso a seguir seria la negociación de las visitas de turistas norteamericanos a Cuba. Con este tema Estados Unidos puede inteligentemente lograr la liberación de todos los disidentes y presos políticos sin necesidad tampoco de inmiscuirse en los problemas internos de los cubanos. El argumento norteamericano sería sólido, “Si ustedes encarcelan a cualquiera por emitir libremente sus opiniones o disentir, nuestros ciudadanos correrían un gran riesgo en Cuba pues de seguro habrá quien critique el estado de la sociedad actual”. Por lo tanto antes de abrirse libremente el turismo necesitamos garantías y que mejor gesto que liberar a los prisioneros de conciencia.

 

Hasta aquí veo el papel positivo que Estados Unidos puede jugar para ayudar a una transición en Cuba. Si estos aspectos fundamentales en el diferendo entre ambos gobiernos se resuelven satisfactoriamente todos ganamos.

 

Empezando por Estados Unidos que se quitaría de arriba el siempre latente fantasma de un éxodo masivo. Ganaría la familia cubana de ambos lados del estrecho de la Florida al restablecerse las visitas a la isla y el envío de ayuda económica. Y ya no habría ninguna necesidad de la ley de ajuste cubano.

Resolviéndose la primera cuestión del levantamiento del embargo a los empresarios privados cubanos que surjan como resultado de esta negociación, automáticamente se resuelve la ayuda a los cubanos de la oposición sin tener que depender del gobierno norteamericano. El nuevo sector emergente se encargaría de ello incorporándose por supuesto el ya establecido y exitoso sector empresarial cubano-americano del sur de la Florida.

La última cuestión económica a resolver seria como poner a funcionar el resto de las empresas del país lo más justo y democráticamente posible. Creo que en esta fase del camino hacia una economía de mercado la solución más lógica es crear una bolsa de valores en el país, convertir las empresas en corporaciones públicas, emitir las acciones correspondientes al valor de dichas empresas y dar la opción de que el Estado adquiera el 49% de dichas acciones, los cubanos en las nóminas de esas empresas y todos los cubanos que tengan posibilidades el restante 51%. Para esto no habría que complicarse mucho la vida. Simplemente aplicar la Ley No.498 “Ley del Mercado de Valores” del 24 de Agosto de 1959 aprobada por el Consejo de Ministro y sancionada por el Presidente Osvaldo Dorticos.

Acabemos de cerrar este capítulo. Los de allá no quieren morir en la miseria y los de acá no quieren terminar con sus nombres en una lápida del Woodlawn Park.

 

 

 

[1] Cigarretas le llaman los cubanos a las lanchas rápidas que se dedican al contrabando humano en el sur de la Florida cobrando $10,000 por cada persona que traen.