“Cuando Raúl afirma que se está “al borde del precipicio” pueden ser muchas cosas. Desde que se va por la onda de Deng Xiao Ping (lo que creen algunos analistas) hasta que está a punto de lanzar por “el precipicio” al que se le oponga”
Cubaencuentro, EEUU | 01/09/2011 10:23 am
A Raúl Castro le encanta la utilización de metáforas y mensajes subliminales en sus discursos, lo hace con bastante frecuencia permitiéndole avivar el fuego de la especulación, tanto nacional como internacionalmente, facilitándole tomar el pulso a la opinión dentro de la Isla y al mismo tiempo ver cómo piensan los cubanologos que alrededor del mundo tratan de descifrar los lanzamientos que les resultan tan difíciles de batear.
Cuando Raúl afirma que se está “al borde del precipicio” pueden ser muchas cosas. Desde que se va por la onda de Deng Xiao Ping (lo que creen algunos analistas) hasta que está a punto de lanzar por “el precipicio” al que se le oponga o piense oponérsele como hizo con Lage, Pérez Roque y otros dirigentes.
En definitiva, a esas metáforas y mensajes subliminales no se les puede dar mucha credibilidad teniendo en cuenta el récord histórico de quien las utilizas. Recordemos solo esta frase para entender a lo que me refiero:“No nos pongamos a ver cómo fue, porque eso se va a informar…! Bueno, todo lo que se pueda informar! …alguien dijo una vez que había que decir la verdad y nada más que la verdad…! pero no siempre es necesario decir la verdad! (Discurso de Raúl Castro el 14 de junio de 1989, FBIS-LAT-89-117, junio 20 1989: pagina 7)
Dicho esto; personalmente sí creo que existe un “precipicio” que quizás no sea del que habla Raúl Castro pero del cual nos están pasando una película en Siria y Libia. No quiero que se interprete o se confunda mi idea con las charangas vocingleras de algunos sectores minoritarios de Miami que cada vez que por el mundo sucede algo allá salen gritando que ahora le toca al régimen cubano. Creo que es imprescindible hacer este análisis pues estoy convencido de que si La Habana toma el camino correcto se puede evitar una catástrofe que probablemente resulte irreparable para el pueblo cubano.
Desde mi punto de vista el precipicio al que se refirió Raúl Castro tiene que ver con la posibilidad de protestas masivas de la población cubana por sus misérrimas condiciones de vida y por la continuación de los sufrimientos bajo un gobierno totalitario inepto que es incapaz de responder a sus necesidades vitales y sociales, ni de introducir las reformas necesarias con la celeridad que la situación demanda.
Este callejón sin salida inevitablemente puede llevar, como ha sucedido en otros países, a la represión violenta de los manifestantes que indudablemente desembocaría en una guerra civil si una parte de las fuerzas armadas se niega a cumplir dichas órdenes o a numerosas bajas civiles en caso contrario.
En cualquiera de los dos escenarios la consecuencia sería una intervención extranjera dirigida a impedir un baño de sangre contra la población cubana que se justificaría ante el mundo por motivos humanitarios.
Si esta desgracia llegara a suceder, tal intervención como ha sucedido en Libia, lograría el triunfo del bando que favorezca la protección de los disidentes contra la represión y los que favorezcan la implantación de las reformas económicas y sociales que el país necesita.
Si no hay una guerra civil y el Gobierno reprime a la población sin oposición alguna por parte de las fuerzas armadas, la intervención extranjera probablemente ocurra aún con mayor rapidez, dirigiendo los esfuerzos principales a decapitar la dirección política y militar del régimen totalitario evitando daños colaterales no solo de la población sino también a las unidades militares que se resistan a participar en la represión y puedan servir para reconstruir las nuevas instituciones militares al verdadero servicio de la nación y no de una élite corrupta y dictatorial.
Como ha quedado demostrado en Libia, el desarrollo científico y tecnológico de las guerras contemporáneas hacen posible mediante el uso de las más modernas tecnologías militares como satélites geoestacionarios, aeronaves sin tripulación, cohetes y mísiles dirigidos por control remoto y otras armas sofisticadas cumplir las misiones de protección a pueblos indefensos que confrontan la amenaza de indiscriminadas masacres.
La suerte del dictador Muamar el Gadafi quedó sellada en las afueras de la ciudad de Bengazi cuando declaró que sus columnas de tanques irían casa por casa “sin lástima ni misericordia” para hacerles pagar caro la rebelión.
A partir de ese momento, sin perder un solo hombre ni poner un solo pie en territorio libio, las fuerzas de la OTAN dirigidas inicialmente por Estados Unidos no solo evitaron la masacre de millares de infelices civiles sino que cambiaron completamente el curso de los acontecimientos.
Ese es el precipicio que enfrenta la nación cubana: las protestas de la población, represión masiva con o sin guerra civil y una intervención extranjera contra la cual va a ser imposible resistir, a no ser que acabemos de poner nuestra propia casa en orden introduciendo con toda rapidez las reformas necesarias para convertir a nuestro país en una nación moderna y civilizada y no en la finca feudal propiedad de una élite torpe como ocurre actualmente.
O hacemos las reformas que el país necesita con toda la urgencia necesaria o demostramos no tener la madurez necesaria para ejercer nuestra propia soberanía y, en ese caso, como en las guerras de independencia y los distintos conatos de insurrección después de 1902 las potencias extranjeras van a intervenir para llevar a cabo las tareas que nosotros no supimos hacer.
El Estado cubano es en la actualidad un Estado fracasado incapaz de resolver los problemas de la población ni de sobrevivir en un mundo competitivo. Es un Estado mendigo que vive de las limosnas y subsidios internacionales y que tiene pocas posibilidades de crecimiento económico y de satisfacer las necesidades crecientes de su población.
Aunque los gobernantes han hablado de introducir reformas económicas muestran reticencias de acompañarlas con reformas políticas y sociales porque las consideran una amenaza a su poder y sus intereses. Ya no se puede engañar a nadie con el cantinfleo alrededor de la “soberanía”, la “autodeterminación” y las idioteces de “actualización del socialismo” con que pretenden seguir engatusando al pueblo cubano y la comunidad internacional.
Sin el cese de un régimen totalitario asfixiante donde los gobernantes no responden ante nadie por sus acciones y desaguisados, donde los ciudadanos no estén protegidos por las leyes y el derecho, donde desde arriba les impongan las decisiones de una élite incapaz y retrógrada, Cuba seguirá desintegrándose paulatinamente y los cubanos seguirán en esta crisis perenne, crisis que solo acabará en el momento en que decida quitarse el yugo de una vez y por todas.