EEUU | 01/09/2015 9:12 am
Retomamos el tema del artículo anterior en que analizábamos la enorme complejidad de las negociaciones que tendrán lugar a partir del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Como hice en el trabajo anterior me concentraré en aquellas cuestiones que, dado el sincretismo creado por más de medio siglo de enfrentamiento, cualquier antagonismo requiere cambios de ambas partes para poder hallarle una resolución satisfactoria a los intereses de los dos países.
Como podrán observar, no incluyo en estos análisis aquellas cuestiones que continuamente afloran sobre las imparables violaciones a los derechos humanos por parte del castrismo dentro de Cuba. Nadie mejor que los cubanos que sufren esas violaciones dentro de la Isla para enfrentarlas, por lo que profundizaré en aquellos aspectos en que podemos influir al afectar directamente la seguridad nacional de la nación de la cual somos ciudadanos y los derechos civiles que nos pueden ser violados dentro del país adoptivo.
Comencemos por la Base Naval de Guantánamo. Tengo bastante experiencia sobre ella, ya que como primer jefe de la DAAFAR en la región Oriental de Cuba, que abarcaba las provincias orientales desde Camagüey hasta Guantánamo, debía participar en uno de los principales “Planes de Acciones Combativas” que incluían la destrucción de esa cabeza de playa en caso de enfrentamiento directo con Estados Unidos.
Sin embargo nunca se consideró a Guantánamo como dirección principal de una agresión norteamericana, pues obviamente las regiones de las playas al este y oeste de la Habana eran y son las direcciones óptimas para un desembarco que posibilite apoderarse inmediatamente de la capital. El resto del país cae posteriormente por su propio peso una vez descabezado el régimen.
Guantánamo, aunque desde el punto de vista militar es una dirección secundaria en un eventual enfrentamiento entre Cuba y EEUU, sí puede afirmarse que mantiene una vital importancia estratégica en la geopolítica mundial.
La ecuación es simple, si EEUU devuelve Guantánamo al régimen castrista, al día siguiente Rusia o China irían apresurados a llenar el vacío dejado por EEUU.
Esto no tiene absolutamente nada que ver con antagonismos “ideológicos”; esas dos grandes potencias son regímenes autoritarios capitalistas que, al igual que Cuba, de socialismo no tienen nada.
Y Rusia particularmente ha demostrado su hostilidad y desafío a las democracias occidentales, principalmente a EEUU, no solo en su carrera anexionista de territorios vecinos en Georgia y Ucrania, sino también por sus planes para el hemisferio occidental, donde el 16 de mayo del pasado año firmó con Cuba el establecimiento de un grupo de trabajo conjunto entre el Consejo de Seguridad de Rusia y la Comisión Cubana de Seguridad y Defensa Nacional. Esta última presidida por el hijo del dictador cubano, el coronel Alejandro Castro Espín.
Y si a alguien le queda la menor duda, los remito a las declaraciones del propio ministro de Defensa ruso Sergei Shoigu el 12 de noviembre pasado, donde aseguró que Rusia empezaría a enviar bombarderos de alto alcance al Golfo de México. “Nosotros tenemos que mantener la presencia militar rusa en el Atlántico occidental y el Pacifico Oriental, así como en el Caribe y el Golfo de México”.
El castrismo tiene una larga historia de odio hacia EEUU y de sumisión lacayuna a las grandes potencias que pueden enfrentarse a su vecino del norte: haber mantenido una Brigada Moto mecanizada soviética en territorio cubano, con todos sus tanques y equipos blindados, por más de 27 años, como símbolo del poder de la metrópoli; haber cedido a dicha metrópoli las instalaciones para el centro de espionaje más importante del hemisferio occidental contra EEUU; haber puesto en manos de pilotos rusos toda la Fuerza Aérea de Cuba cuando marchamos hacia el África con los mejores pilotos cubanos; y haber entregado la mitad de la Base Aérea de San Antonio de los Baños a la aviación estratégica de la URSS, son más que suficientes ejemplos que fundamentan mi criterio.
Pero permítanme darles un ejemplo de cómo el castrismo se las ha arreglado para tomarle el pelo a diferentes administraciones norteamericanas durante décadas, violando acuerdos internacionales. Probablemente la mayoría de los lectores de Cubanálisis y CUBAENCUNTRO desconozcan estos hechos, por eso creo necesario refrescar la memoria.
En octubre de 1962, cuando la URSS y EEUU llegaron a un acuerdo para la retirada de los misiles nucleares que desde Cuba podían alcanzar a Washington y New York, se iban a quedar fuera los Ilushin-28, que eran bombarderos ligeros capaces de portar bombas nucleares. EEUU se da cuenta que estos bombarderos, que ya tenían dichas bombas en las bases de San Julián y Holguín, tenían que ser evacuados también, y obligan a los soviéticos a incluir en la retirada todos los IL-28 (12 en total) y sus bombas nucleares; y se estableció en dichos acuerdos que Cuba no podía poseer armas ofensivas de ese tipo. Estamos hablando de Octubre de 1962.
Dieciséis años después, en 1978, durante la presidencia de Jimmy Carter, el régimen castrista acuerda con la URSS recibir nada menos que dos escuadrones (24 aeronaves) de MiGs-23BN bombarderos.
El truco de este acuerdo con la URSS radicaba en que los MiGs-23BN parecían aviones de caza destinados a rechazar ataques aéreos, pero en realidad no lo eran: eran bombarderos con el doble de capacidad de armamentos que aquellos viejos IL-28.
Estos MIGs-23BN ni siguiera tenían armamento aire-aire, pero sí tenían incluso el sistema para portar armas nucleares. La administración de Carter se hizo de la vista gorda y allá se quedaron los MiGs-23BN bombarderos, y Fidel Castro muerto de la risa al tener en su poder cuatro veces las posibilidades que tenían los IL-28 retirados por el acuerdo Kennedy- Kruschev.
La devolución de la Base Naval de Guantánamo sí tiene que estar obligatoriamente ligada a una democratización total de Cuba. Y esto no significa en lo absoluto inmiscuirse en la libre determinación de los cubanos y otras tonterías que el régimen repite constantemente para mantener la dictadura. Tiene que ver con la seguridad nacional de EEUU, y por ende de los millones de cubanoamericanos ciudadanos de esta nación.
Si el castrismo se empecina en que “no moverá un milímetro” —como afirmó la directora general de la cancillería cubana para EEUU, Josefina Vidal Ferreiro—, más temprano que tarde la desesperación por el empeoramiento de la crisis interminable puede desembocar en otro de los éxodos masivos ya experimentados por el régimen anteriormente.
La Base de Guantánamo puede jugar un papel disuasorio importante para evitar nuevas agresiones de Cuba si el régimen intenta repetir estos éxodos masivos cuando la presión de la caldera interna alcance límites alarmantes.
La administración norteamericana tiene la obligación de garantizar a sus ciudadanos que el gobierno cubano lo piense tres veces antes de repetir las agresiones humanas con que en el pasado afectó seriamente a EEUU. Y para ello nada mejor que mantener la alternativa de crear en el territorio que ocupa Guantánamo, aunque es casi de un 10 % del tamaño de Hong Kong, un enclave similar que asentaría a las nuevas olas de refugiados.
Recordemos que las formas de propiedad no solo abarcan instalaciones industriales o corporaciones legalmente constituidas, sino también los bienes raíces (real estate), y si el castrismo en su atraco a mano armada de 1959-60 tomó posesión de extensiones territoriales pertenecientes a empresas norteamericanas inmensamente superiores a las dimensiones de Guantánamo, sin compensación alguna, se podría acudir a la justicia estadounidense y reclamar el territorio de la Base de Guantánamo para venderlo o arrendarlo posteriormente a corporaciones e inversionistas que estén dispuestos a construir allí una ciudad industrial y tecnológica que sirva de modelo para el resto de los pueblos latinoamericanos que se han arruinado con el populismo, la corrupción, el abuso de autoridad y las violaciones a los derechos humanos.
No es una utopía: las instalaciones de generación eléctrica y desalinización de aguas tienen capacidad para abastecer no solamente a la actual provincia de Guantánamo, sino a buena parte de la antigua provincia de Oriente.
¿No obligan los jueces en EEUU a los deudores a compensar a los acreedores, forzándolos a vender sus propiedades cuando los primeros no pueden honrar sus compromisos? ¿No les ha otorgado ya la justicia norteamericana el derecho de compensación a varias familias cubanas que han sufrido los excesos del castrismo?
¿No resultaría más sensato y humano, en lugar de devolver a la tiranía castrista a los cubanos que se capturen en el mar (“pies mojados”), proporcionarles un pedazo de territorio cubano libre para que puedan desplegar todas las habilidades y potencial que el régimen les niega, y poder decirles: “Aquí tienen, demuestren al mundo y a sus esclavistas del otro lado de la cerca lo que son capaces de hacer los hombres libres”.
Esto requeriría un estudio jurídico más detenido sobre los requerimientos y las eventuales posibilidades de materialización, naturalmente. Puede parecer optimismo a ultranza o wishful thinking como dicen los anglos pero en la vida, especialmente en política, hay muchas sorpresas, y las decisiones claves tomadas por los que elegimos para gobernarnos pueden conducirnos al infierno por el camino empedrado de las buenas intenciones.
Esperemos que, al menos, Guantánamo no sea jamás un enclave del odio y resentimiento castrista en contra de nuestra patria adoptiva.