“Al unificarse Alemania, los pilotos de los MiG-29 permanecieron en sus puestos, y pasaron a formar una unidad especial de la OTAN”
Cubaencuentro, EEUU | 23/10/2012 10:33 am
Durante mis estudios en la Academia Superior de Guerra Yuri Gagarin de la desaparecida URSS uno de los colectivos con que más afinidad logré tener fueron los oficiales alemanes de nuestra misma facultad. Eran los más disciplinados, los más estudiosos, los más prácticos y no puedo decir que los más inteligentes pero sí los de mente más abierta de los que allí cursábamos estudios.
En los juegos militares que realizábamos en los mapas, después de que los profesores nos daban la composición de las tropas propias y las del enemigo que debíamos enfrentar, nos tocaba una de las tareas más tediosas de todo el ejercicio, dibujar con símbolos la ubicación en los mapas de las unidades militares y los posibles movimientos tanto del enemigo como los nuestros.
Para dicha tarea poseíamos una regla plástica con diferentes perforaciones en forma de rectángulos, círculos, números, siluetas de banderas etc. En las que introduciendo los lápices de colores podíamos dibujar en el mapa las posiciones de los regimientos, brigadas, divisiones y demás unidades de combate. Aquello resultaba interminable y era raro que pudiéramos terminar de reflejar la situación en los mapas en el tiempo que daban los profesores. Sin embargo, era curioso que los alemanes terminaran en diez minutos lo que a nosotros y a los propios soviéticos nos tomaba horas.
En uno de estos juegos militares me propuse descubrir el secreto de los teutones para irse siempre delante de todo el mundo. En aquella época en las academias militares de la URSS solo se permitía fumar en los baños y cuando los oficiales cubanos y de otras nacionalidades, como los mongoles, estábamos luchando con la dichosa reglita plástica de huequitos, ya escuchábamos las risotadas de los alemanes desde los baños, fumando y haciendo cuentos. No pude resistirme y me les colé en su aula donde efectivamente habían terminado en diez minutos de plasmar en los mapas las unidades para la tarea. Apurándome antes de que regresaran, reviso cómo diablos aquella gente había elevado a ese extremo la productividad y me doy cuenta de que los muy bandidos habían diseñado unas calcomanías con todas las figuritas que nosotros debíamos dibujar a mano y simplemente iban despegándolas del papel donde venían, para después pegarlas en el mapa. Nada de reglitas, ni de lápices de colores, ni de plumones. Nada de kindergarten.
Cuando le cuento a mi mejor amigo alemán Gerhard Reuschel lo que había descubierto se desternilló de la risa y me aseguró que me iba a dar algunas de esas calcomanías, no sin antes aclararme en broma que no quería verme a la par de los “mongoles”. A partir de aquel día el pinareño se despegaba del pelotón de los mongoles terminando también bastante rápido aunque nunca como los germanos. Una prueba más de que los pinareños, aunque no seamos arios, podemos superar a los descendientes de Genghis Khan.
Gerhard Reuschel, más que un amigo y colega, se convirtió en un hermano para mí. Todos los fines de semana cenábamos juntos y su esposa Regina se desvivía en atenciones. Aunque el Gobierno cubano y de Alemania del Este a través de la Stasi y la CIM prohibía los contactos personales entre los oficiales de ambos países siempre nos la arreglamos para mantener comunicación al concluir nuestros estudios en la Academia Superior de Guerra.
Mi mayor sorpresa la tuve cuando nos encontramos a fines de los años setenta en el lago Balatón en Hungría. Yo le había comunicado que viajaba de vacaciones a dicho lago por quince días y se las arregló para conducir desde Alemania hasta Balatón y encontrarnos en la residencia de László otro viejo amigo húngaro de la academia Yuri Gagarin.
Como en toda velada donde se reúnen viejos camaradas terminamos inevitablemente en el tema político. A mí ingenuamente se me ocurre decirle a Gerhard que yo consideraba que la RDA había sido exitosa en la construcción del socialismo. Que a pesar de haber sido destruidos durante la II Guerra Mundial y haber tenido que reedificar todo el país, que había quedado en ruinas, habían logrado un aceptable nivel de vida, eliminando incluso la libreta de racionamiento. Sin embargo nosotros en Cuba continuábamos con nuestras penurias y no se avizoraba luz alguna al final del túnel.
— “¿Qué han hecho ustedes que no hemos hecho nosotros?”, les pregunté.
Se miraron uno a otro y rompieron a carcajadas.
— “Nada, Rafael, no hemos hecho nada diferente, es la misma mierda que tienen ustedes.”
Me quedé frío. Hasta pasadas las tres de la mañana escuché historias increíbles que a veces me hacían dudar de su veracidad.
Al caer el muro de Berlín mi amigo Gerhard era ya general igual que yo y estaba al frente de la 1era División DAFFAR, encargada de la defensa aérea de la región más importante de la República Democrática Alemana. Al ocurrir aquel histórico acontecimiento grupos de ex oficiales en retiro acudieron a su cuartel general para solicitar armas en defensa del régimen. La actitud firme de Gerhard impidió un posible desenlace fatal y logró convencer a todos aquellos hombres que los cambios que se sucedían vertiginosamente salvarían a la nación. Estaba en lo cierto.
Al unificarse Alemania, muchos de los altos oficiales permanecieron en sus puestos, especialmente los pilotos de los MiG-29 que pasaron a formar una unidad especial de la OTAN encargada de simular la aviación enemiga durante ejercicios y entrenamientos. Mi amigo Gerhard pasó a retiro y abrió una exitosa empresa de consultoría en la ciudad de Odesa en Ucrania. Para todos hubo un día después y sus vidas cambiaron para mejor, mucho mejor que la que vivían bajo la camisa de fuerza y la mordaza. Mi otro afecto, el Coronel Udo Sadzu, jefe de los MiG-29ª, cruzó repetidas veces el Atlántico con sus aviones para realizar ejercicios conjuntos con los F-15 de la USAF. En 2003 los alemanes recibieron los nuevos Eurofighters Typoon, los MiG-29A fueron vendidos a Polonia y en el ese mismo año realizaron el ejercicio “Sniper 2003” en la base aérea de Eglin en la Florida como despedida de los Mig-29.
Me contaba Gerhard que después de mi ruptura con el régimen castrista la Stasi no le perdía ni pie ni pisada. Ellos sabían que éramos grandes amigos y era lógico que así sucediera. Lo que no sabía la Stasi era que había sido precisamente Gerhard desde aquel encuentro en el lago Balatón quien había encendido la chispa que condujo a mi despertar.
Mi amigo perdió la vida en un accidente automovilístico el 9 de junio del 2002. Estas son las horas que un viejo camarada no lo olvida.