“En China, mientras más amenazan y persiguen a los blogueros y más controles quieren implantarles, más crecen, y si intentan cerrarlos, se exponen a la implosión”
Cubaencuentro, EEUU | 16/12/2011 10:09 am
Habíamos acabado de llegar a la base aérea de Kushovska en la desaparecida URSS para realizar la transición a un ultimo modelo de cazas Mig-21 que presentaba unas modernizaciones que lo hacían prácticamente diferente a los modelos anteriores.
Los fines de semana acostumbrábamos a visitar la pequeña villa del mismo nombre que estaba contigua a la base aérea. Estábamos de moda en toda Rusia, las novias llovian. Y aunque el estipendio no daba para casi nada habíamos descubierto que pasando por el cementerio se bebía y se comía gratis gracias a la curiosa costumbre eslava de festejar con sus seres queridos en su última morada.
Generalmente cortábamos camino atravesando una línea del ferrocarril próxima a la estación de trenes donde en sus inmediaciones habitaban una de esas comunidades nómadas de gitanos que nunca fueron del agrado de los soviéticos.
Se nos había hecho habitual ver a los más pequeños de esta comunidad correr detrás de los niños rusos para quitarles las meriendas o los caramelos. Nunca nos molestaron, sabían que éramos cubanos y como somos tan modestos alguien del grupo les hizo saber que en la onda del “embaraje” —esa habilidad de los cubanos de convencer a otros de que somos el ombligo del mundo— y el manejo de los trucos, no podían competir con nosotros.
En fin, que de los ofrecimientos de bisutería y otras mercancías “legalmente” adquiridas no pasaban. Sin embargo, un día uno de aquellos gamberrillos al parecer cansado de que le rechazáramos cuanto tareco nos proponía vender se enfadó y mientras nos alejábamos lo oímos gritar “¡Ojalá que les dé un dolor que mientras más corran más les duela y si se paran revienten!”
No obstante la risa que nos dio la maldición que nos deseaba el gamberro, se me quedó gravada la original frase del hechizo y días después conversando con Omar Atalay, una de las personas mayores de su comunidad, indagué el origen de todos estos recursos de taumaturgia tan comunes en los gitanos.
“Si somos discriminados, si prácticamente no tenemos derechos, si la justicia nos da la espalda y no podemos llevar a cabo la venganza, por lo menos nos quedan las maldiciones.” —me respondió el personaje, agregando sonriente: “Y créame que la mayoría de las veces funciona”.
Ha pasado bastante tiempo desde entonces, pero en estos días algunos acontecimientos que se suceden en el mundo me han traído de regreso aquellas memorias.
Es curiosa la sabiduría que encierra esa frase que nos propinó en su maldición el pequeño gitano y la afirmación del viejo de que “en la mayoría de las veces funciona”.
Tomemos a China por ejemplo.
Recientemente salió un reportaje especial en la agencia de noticias oficial Xinhua citando a Zhang Xinsheng, un vocero del Ministerio de Industria e Información Tecnológica, durante una conferencia sobre Internet en la central provincia de Hubei.
En dicha conferencia se asegura que el país ha alcanzado la mayor cantidad de usuarios del mundo, nada menos que con 485 millones de estos. Además de más de 300 millones de microblogs registrados.
Los funcionarios del Gobierno han amenazado con elevar el control sobre Internet, pero al mismo tiempo han reconocido que se les hace muy dificil “crear un ambiente civilizado online”. Se les va de las manos controlar la “irresponsabilidad de propagar falsos rumores” pero les resulta imposible cerrar la válvula que les posibilita monitorear y aliviar las tensiones sociales.
En resumen están cogidos con la maldición gitana. Mientras más amenazan y persiguen a los blogueros y más controles quieren implantarles, más crecen, y si intentan cerrarlos, se exponen a la implosión.
Ni China con su impresionante crecimiento económico, ni ningún país que pretenda alcanzarlos o imitarlos, podrá hacerlo obstaculizando el acceso a la información o controlando el flujo de la misma con corralitos informáticos.
El 29 y 30 de noviembre de este año se llevó a cabo en el Palacio de Convenciones de La Habana un foro sobre medios alternativos y redes sociales convocado por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Basta leer estas palabras del canciller cubano Bruno Rodríguez para darnos cuenta lo que hay detrás de este tinglado: “La euforia con las redes sociales convive con el riesgo de las operaciones de cambio de regímenes, que ha aumentado, al igual que la amenaza a la paz. Pero estas condiciones peligrosas hacen necesario y urgente que nos apropiamos de estas plataformas”.
Pobrecitos, parece que los chinos no los han alertado que las dictaduras totalitarias, las autoritarias, las dicta blanda, como le llamaba Pinochet a la suya, y hasta la nueva faceta de la democracia en su metamorfosis a la plutocracia tienen como denominador común una maldición gitana con nombre y apellido: La señora Internet.
¡Implacable la señora!