“Nadie puede predecir cuál será la gota que colme la copa de los cubanos”
Cubaencuentro, EEUU | 12/09/2011 8:18 am
En lo que va de este año 2011 los movimientos populares que comenzaron la ya conocida como “primavera árabe” han sido muy alentadores y una lección.
La primera es que no hay pueblos intrínsecamente sumisos ni dictaduras perdurables. No importa el poderío militar o represivo que posean los verdugos ni la aparente pasividad de pueblos resignados a sufrir. Cuando las condiciones políticas y económicas se vuelven freno del desarrollo social, las leyes dialécticas, presentes en todas las esferas de la vida muestran su vigencia indiscutible y se producen los cambios que se necesitan ya sea ordenadamente o de forma violenta.
Los países árabes que se han sacudido las dictaduras y los que continúan luchando para alcanzar los mismos objetivos tienen un denominador común: la miseria y depauperación que sufren la mayoría de sus ciudadanos y la falta de respuesta por parte de esos gobernantes para hallar solución a sus acuciantes problemas.
Ni siguiera países con inmensas riquezas naturales como Libia cuya derrotada dictadura se armó hasta los dientes gastando billones de dólares en los armamentos mas sofisticados, importando mercenarios de países africanos, comprando y apoyando dictaduras y tiranías alrededor del mundo con su tubería de petrodólares, han podido escapar a la resuelta acción de sus pueblos. En el caso concreto de Libia con la oportuna ayuda de la OTAN en momentos en que las columnas blindadas del Gadafi se disponían a masacrar la principal ciudad insurgente.
He insistido mucho en la urgente necesidad de apoyar y acelerar lo mayor posible las reformas económicas, sociales y políticas que el pueblo cubano clama y que dejó plasmado en centenares de miles de propuestas recogidas en asambleas a lo largo del país.
Pero limitar los cambios al orden económico es sentenciar al pueblo cubano a la misma condena de Sísifo hijo de Eolo y rey de Corinto (Odisea) condenado en los Infiernos, después de su muerte, a subir una enorme piedra a la cima de una montaña, de donde volvía a caer sin cesar. ¿Cuántas veces ha tenido Liborio que recorrer el calvario de Sísifo en este medio siglo de “rectificación de errores”, de “ahora si vamos a construir el socialismo” y de “actualización del modelo”?
Nadie puede predecir cuál será la gota que colme la copa de los cubanos. En Egipto comenzó por la inmolación de un vendedor ambulante dándose fuego en el mismo puesto de fruta que le había sido confiscado por la policía. En Cuba no será una cuestión de si se produce la explosión social que se teme sino en qué momento y con qué intensidad se va a producir.
Conozco que existen planes de contingencia en el gobierno cubano para reprimir todo tipo de protestas siguiendo el ejemplo de Siria. Mi gran preocupación es hasta qué punto los jefes y los principales oficiales de las unidades encargadas de ejecutarlos obedecerán las órdenes para actuar en contra del pueblo. Ya hay coroneles y generales nacidos y formados en la deformación del sistema totalitario que no sé si antepondrán su obligación de defender a su pueblo en lugar de cumplir las órdenes de masacrarlo.
Me queda la esperanza que, como ocurrió en aquellas jornadas cruciales de los últimos días en que se desplomaba el comunismo y desaparecía la URSS, en que en un último intento por preservar sus privilegios, la élite octogenaria intentó dar un golpe de Estado y ordenó a la principal unidad blindada de las afueras de Moscú que penetrara en la ciudad para reprimir al pueblo que se oponía al golpe. El ejército soviético se abrazó con su pueblo y en aquel histórico día la suerte de los retrógrados quedó sellada.
En la “primavera árabe” hemos visto diferentes actitudes y resultados. En Egipto las fuerzas armadas se negaron a reprimir al pueblo, destituyeron a los dirigentes políticos y militares ineptos y asumieron provisionalmente el mando del país para llevar a cabo una transición democrática.
Las fuerzas armadas egipcias no solo evitaron la represión a su pueblo sino también la guerra civil, la intervención extranjera y facilitaron abrir el camino a la solución pacifica y ordenada de los problemas nacionales.
En Libia las fuerzas armadas se fraccionaron, una de las partes permaneció a favor de Gadafi dispuesta a reprimir a la población inconforme y la parte restante de las fuerzas armadas se unió al descontento popular defendiendo al pueblo de la represión, pidiendo la destitución del gobierno totalitario y el nombramiento de un gobierno provisional que tomara las medidas para llevar a cabo la transición democrática. Esto condujo a una guerra civil y a una intervención extranjera de carácter humanitario que aseguró el triunfo del bando que favorecía la transición democrática. Al bando perdedor se les está pasando la cuenta por la represión que efectuaron contra la población civil y a los militares del bando ganador se les ha permitido mantener sus posiciones e incluso recibir ascensos bajo el gobierno democrático.
En Siria los militares han obedecido ciegamente las órdenes del gobierno totalitario y masacran al pueblo sirio. La intervención extranjera se ha producido hasta ahora en forma de sanciones económicas, congelamientos de cuentas bancarias a los dirigentes del régimen y condenas en las Naciones Unidas.
En el escenario cubano la variante de Siria sí conllevaría directamente a la intervención extranjera y a la destrucción de las fuerzas armadas mediante la tecnología de la guerra moderna con la posterior implantación de un gobierno extranjero y la condena a los altos mandos militares del ejército cubano como criminales de guerra.
¿Por qué decimos que sería diferente la variante Siria si se aplicara en Cuba?
En primer lugar porque, contrario al caso de Siria, en Estados Unidos vive el 10% de la población cubana con una importante representación e influencia en la economía y política de ese país y en segundo lugar porque el vecino del norte difícilmente permitirá la desestabilización que le puede crear una guerra civil o una masacre indiscriminada a 90 millas de sus costas.
La gran importancia que tiene el que las fuerzas armadas cubanas apoyen y exijan unas reformas económicas, sociales y políticas verdaderas esta dado por la realidad objetiva de evitar un daño irreparable para la nación. No solo ya por lo que significa una ocupación extranjera de nuestra patria sino también por lo que pudiera traer aparejado. Si daño ha causado el totalitarismo sufrido en medio siglo igual o más daño puede causar el revanchismo, el espíritu de venganza, la intolerancia y el odio furibundo de pequeños sectores recalcitrantes que falsamente se autodenominan representantes del exilio cubano.
Sería muy triste, además de traumatizante, volver al punto de partida de hace medio siglo y ver repetidas las escenas de procesos judiciales por crímenes de guerra con el bochornoso agravante de ser conducidos por una potencia extranjera en lugar de por los propios cubanos. Irónicamente el que pretendió ser el Némesis del “Imperialismo yanqui” terminaría siendo su más grande mayordomo.
En el corazón y la conciencia de los militares cubanos está el dilema de ser verdugos o redentores.